sábado, 30 de mayo de 2009

EL GOLPE




Los grandes saurios, así como otros grandes mamíferos que habitaban aquel entonces lo que hoy son los continentes americanos, murieron fulminantemente aplastados por su propio peso a causa del violento movimiento de las capas tectónicas y de los fuertísimos vientos que se originaron. Sólo los animales más pequeños fueron capaces de salvarse de la catástrofe. Algunos hombres también lo consiguieron. Estas mismas causas produjeron la muerte de los grandes saurios de todo el mundo. Unos pocos lograron sobrevivir pero en los siguientes milenios fueron aniquilados por el hombre por considerarlos una gran amenaza para sus vidas. Pese a todo, es posible que todavía quede algún ejemplar vivo en lugares remotos de la Tierra o -sobre todo- en los fondos marinos y en algunos lagos y lugares pantanosos. En aquellos sitios donde la acción violenta del Golpe fue menor, pudieron salvarse grandes mamíferos como los elefantes, las cebras, etc. De todos modos, la mortandad de todas las especies animales fue descomunal mientras se produjo el Golpe y prosiguió después por las consecuencias posteriores ocasionadas por él.

La Luna, en su colisión con la Tierra, produjo muchísimo calor. Allí donde friccionó calcinó la Tierra e hizo evaporarse en minutos lagos, ríos y mares enteros de agua. Las aguas de los océanos se vieron precipitadas hacia el cielo atraídas por la gravedad lunar. Gigantescas columnas de agua ascendían a la Luna como si esta fuese una gran pala de molino. Pero esa agua no era líquida, el calor era tan inmenso que lo que realmente subía al cielo eran columnas de vapor. La Luna, un cuerpo muerto, recibió grandes cantidades de este vital elemento que es el agua. Cientos de millones de metros cúbicos quedaron atrapados en la gravedad de nuestro mortal compañero de viaje estelar.

Luego, cuando la Luna se alejó lo suficiente de la Tierra y estableció su órbita programada alrededor de ella, esa agua se enfrió rápidamente congelándose en su superficie y en sus numerosísimas cavidades ya que la Luna es un inmenso queso de gruyere. Afirmamos, sin ningún temor a equivocarnos, que hay más agua en el interior de la Luna que en el exterior y que el origen de toda ella es terrestre.

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