jueves, 19 de junio de 2008

LA BELLEZA PERFECTA DE ESTAR MUERTO.




La curiosidad, deseo de experiencia,
es carne de olvido y necesidad de pasar página.

El deseo, más que curiosidad,
es un pálpito enérgico sepultado por otro pálpito
y una huella que deja de ser paso para convertirse en recuerdo.

El recuerdo es el fósil de un miedo superado
al caminar en soledad a la búsqueda de un horizonte sereno
que no es cierto.

La búsqueda es recorrer la cubierta de un barco sediento de puertos
bajo la lluvia pronunciada en temporada de tormentas,
y saberse vivo y alerta, alma en vilo,
espíritu desesperado y rostro en calma
que no es sincero.

Alargar la mano hacia el testimonio de uno mismo
es aceptar el poder de la galerna que nos arrastra
mientras soñamos, sin reconocernos cansados de la lucha,
con el tranquilo rincón que sería refugio del miedo que nos guía.

Soñar es como pintar pájaros de vuelos oblicuos
en el atardecer de cualquier día de cualquier año,
y caminar descalzo sobre la arena húmeda del pasado
sin querer escuchar, mas que a medias, su reclamo.

El pasado es un bosque de siglos intrincados
que nos llama por nuestro nombre verdadero, que no es ninguno,
y que nos ama.

El amor es la belleza perfecta que no existe.
Existir es negar la realidad que tanto se anhela.

Autor: Antonio Montero

EN UN TIEMPO DE REBELDIA ANONIMA Y CARNE DE HORCA




En un tiempo de rebeldía anónima y carne de horca,
de lucha encarnizada por la obtención
de un sombrío espacio en la república de la mediocridad idealizada,
de rivalismo primario en pos de lo fútil, trivial, anodino y nulo,
violencia y conformismo se dan la mano
y la primera hace esclavo al segundo.


La sumisión no disimulada al gusto unánime se diviniza
y el fingido bienestar enmascara a través de opacas sonrisas forzadas
la amargura de una existencia sin metas.
Pretendidos apóstoles de la diversidad
proponen un mundo uniformado.
En la era de la desinformación encubierta
el neovulgo danza extenuado y feliz
al son de convicciones falsas,
de la ficción hecha posibilidad siempre a punto de alcanzarse
y que no se realizará nunca.


Creyendo saltar simples baches que ocultan abismos
la multitud cae sin percibirlo en simas unidireccionales,
en profundidades sedientas de sudor, sangre y huesos
de los que no quedará el mas leve rastro.
Rubricado con sonrisas ficticias
el mensaje de la nueva esclavitud se extiende
edulcorado por necesidades no necesarias,
fachadas de felicidad no obtenida,
masificación de lo ya masificado.


En un tiempo de mentiras gloriosas
aceptadas sin conocer la resistencia de una duda apenas esbozada,
la humanidad camina mas torpe que nunca
dando traspiés en la noche al borde de un precipicio sin retorno,
creyendo que es la luz de las estrellas la que brilla en sus pupilas
cuando los multicolores reclamos luminosos
de lejanos centros comerciales, parpadean haciendo sonreír a sus ojos.


En un tiempo de rebeldía sin nombre
y de carne desmenuzada en mataderos que a pesar de todo, no existen,
la sangre del hermano se derrama pero no importa,
porque el elixir de la vida que a nosotros mismos nos robamos
y que creemos que nos pertenece por derecho de compra,
se nos escapa antes de haberlo consumido
más fácilmente que el propio tiempo
y que el agua que se desliza entre los dedos.


Mesías de la libertad buscan esclavos dispuestos a gritar sus consignas
para quedarse en retaguardia a esperar el beneficio
y lavar con sangre buena la suciedad de sus palabras.
En un tiempo que proclama para sí mismo
ser el mejor de todos los habidos
y el único perfecto de todos los posibles,
el hombre respira hondo, orgulloso y satisfecho de su obra
y llena los pulmones de gases letales
que no perdonarán jamás a aquel que les dio cuerpo.


Autor: Antonio Montero.

miércoles, 11 de junio de 2008

MAS ALLA DE LA LUZ MORTECINA



Mas allá de la luz mortecina
se extienden los campos iluminados por la ceguera del endoexterminio,
el fétido jardín de las últimas delicias prediseñadas
con el objeto de extraer la gota final del deseo inextinguible.

A veces, el hombre loco toma la palabra para advertir del peligro,
y la humanidad aterrorizada huye corriendo hacia los brazos de la muerte
para alejarse de la pesadilla y salvarse de la salvación y la esperanza.

Los feriantes de cadavéricas sonrisas, danzan sin agotarse
en el día magnifico de la celebración de la putrefacción de la mente.
Amantes del autocanibalismo.

Digeridos por el urbanismo macroesquemático,
felices por haber conquistado, por fin, su propia cárcel,
festejan al son del exotismo manipulado por la cultura de las masas,
la devastación insondable: el triunfo inminente del reinado de la muerte.

Náufragos en el ojo de la tormenta,
satisfechos por haber alcanzado la pesada viga de acero
que los arrastrará lo más rápidamente posible
al fondo de la oscuridad irrespirable.

Amigos de un agusanado egoísmo,
anhelan, enfermos de avaricia, la miseria absoluta,
mientras mascan con sumo deleite los polvorientos y resecos frutos de la vacuidad.

Y con una devoción digna de asco,
sorben ansiosamente el jugo pestilencial
que mana de los resquebrajados pechos de la destrucción.

Mas allá de la fúnebre luz del sol invicto,
se extienden los bosques de piedras escritas
con los nombres de los vencedores de una guerra que no perdonó a ninguno,
y que tampoco importa demasiado a nadie.

Valió la pena mientras duró.

Autor: Antonio Montero.